Trabajar en la construcción de casas este verano del 2024 fue más que un voluntariado físico; fue una metáfora viviente. Cada clavo, cada pared, cada límite que trazábamos me recordó cómo el mundo material sostiene lo que no siempre vemos: vínculos, historias, emociones. Una casa no es solo un lugar para vivir; es un espacio que sostiene a una familia y sus "habas", con todas sus luces y sombras. Es adentro y afuera, ego y esencia.
Esa conexión entre lo tangible y lo intangible me llevó a reflexionar sobre nuestro cuerpo. Porque, al igual que una casa, nuestro cuerpo sostiene algo más que carne y hueso. También es hogar de nuestra familia interna, como sugiere el modelo IFS (Sistemas de Familias Internas): un conjunto de “yoes” que hemos ido integrando y tragándonos a lo largo de nuestra historia.
Dentro de nosotros habitan la madre que nos cuida y nos juzga, el padre que nos guía y nos exige, los hermanos que compiten y apoyan, y los abuelos que nos legaron tanto su sabiduría como sus heridas. Son roles que hemos tragado sin masticar, sin procesar, pero que ahora forman parte de quiénes somos. Esa familia interna está ahí, en constante movimiento, sosteniendo nuestro carácter, nuestras relaciones, nuestra manera de ser.
Hacer reformas en esta casa interna no es fácil. Es un proceso que, al igual que en una construcción, requiere tiempo, esfuerzo y atención. Construir, crecer o sanar es una tarea ardua que no se puede hacer a la ligera. Si nos saltamos las leyes que también nos cuidan —como escuchar a nuestro cuerpo, respetar nuestros límites o buscar apoyo en otros— corremos el riesgo de tener accidentes: tanto en la vida como en la obra.
¿Cómo empezar a habitar tu hogar interno?
Escucha a tu cuerpo. Dedica unos minutos al día a notar cómo se siente. Pregúntale qué necesita: ¿descanso, movimiento, cuidado? Tu cuerpo es el cimiento de tu bienestar.
Reconoce a tu familia interna. Aprende a identificar esas voces que resuenan dentro de ti. ¿Qué dicen? ¿Qué roles cumplen? ¿A quién de tu familia te recuerda? Escucharlas sin juicio es el primer paso para integrar y sanar.
Crea límites claros. Una casa define un adentro y un afuera. Practica lo mismo en tu vida, permitiendo solo aquello que realmente te nutre y sosteniéndote en lo que eliges.
Busca el equilibrio entre acción e introspección. A veces construir significa hacer, otras veces significa observar, reflexionar y planificar. No subestimes la pausa; es parte del proceso. Cuídate y descansa.
Rodéate de apoyo. Como en cualquier construcción, no estamos solos. Confía en quienes te acompañan en este camino, ya sea una comunidad, amigxs o profesionales.
En el trabajo personal, muchas veces nos hablan de trascender el ego, de “superarlo,” como si fuera un enemigo. Pero el ego no es algo que debamos destruir; también es la estructura que nos contiene. Es el cuenco que sostiene nuestra esencia, la casa que delimita el adentro y el afuera, in and out, permitiendo que se encuentren la luz y la sombra.
Hoy también me viene a la mente una distinción que me compartió una compañera, Sara:
🔸 Lo íntimo es lo que va hacia adentro, lo que exploramos en soledad, dentro de "nuestra casa interna".
🔸 La intimidad, en cambio, es dejar de escapar de la verdad profunda que se esconde en los vínculos. Es atrevernos a abrir las puertas y ventanas de esa casa, a ser vistos tal como somos, sin ocultar nuestras sombras ni nuestras luces.
Entender esto es clave: no se trata de escapar del ego o de nuestras sombras, sino de habitarlas con consciencia. Porque es en esa casa, con sus cimientos de ego y sus espacios abiertos a la esencia, donde realmente podemos vivir y crecer.
Quizás la próxima vez que sientas que necesitas una reforma interna, recuerda: tu cuerpo, tu ego, tu estructura están ahí para sostenerte. Honra ese hogar que te contiene mientras sigues construyendo y habitando tu propia esencia.
¿Qué reformas necesita tu casa interna hoy?
¿Cómo eliges construir, desde lo íntimo hacia la intimidad? 🌟
Noy soy arquitecto ni ingeniero de interiores, pero te puedo acompañar a transformar tu vínculo contigo mism@. Un abrazo gigante,
Marc Franch
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